

Faltan pocos minutos para las ocho y dentro de los hogares se avisan unos a otros. «Ya es la hora». Se podría decir que afloran hasta sentimientos de nerviosismo, pero sobre todo ilusión, ilusión por ese pequeño rato que nos regala esta cuarentena.
En el Camino de Zalamea, una de las decenas de calles de la localidad ya suena 'Resistiré', la pone Guille sin faltar, y se ha convertido en la banda sonora de esta nueva realidad que vivimos. Vemos entonces a Isabel, Lola, Francisca, Ana, María, Petra y muchas más. Todas ellas se reúnen en sus umbrales cada tarde cuando el reloj marca las ocho.
Un soplo de aire fresco, un pequeño 'chascarrillo' con la vecina de enfrente (y con la de al lado), una señal de que todos 'siguen bien', un momento de calma, pero sobre todo un gesto de agradecimiento.
Son ya más de dos semanas las que ellas y muchos más quintanenses de cada calle salen rigurosamente a aplaudir a cada uno de los trabajadores que velan por nuestra salud y por nuestra la seguridad.
Ese clamoroso aplauso a los sanitarios y a los miembros de las Fuerzas de Seguridad. Pero también a aquellos cuidadores, cajeros, limpiadores, reponedores, conductores, trasnportistas y otros profesionales que, aunque no están en primera línea de batalla, se exponen a diario para que el resto podamos mantener (dentro de la 'irrealidad' de toda esta situación), una normalidad aparente.
No faltan las trabajadoras de la farmacia, que se unen a este aplauso masivo (que también, por supuesto, va por ellas), los trabajadores del supermercado y los vecinos de las casas y balcones de la plaza de Extremadura, que aplauden desde las alturas.
Esos minutos de distracción y de conversaciones rutinarias se han convertido para muchos habitantes de nuestro municipio, y del resto del país, en el desahogo de cada día.
Aquí esperan con impaciencia a que pase el coche de la Policía Local, que diariamente recorre la localidad a esta hora. En ese momento los aplausos suenan más fuerte aún, tan fuerte que llegan a doler las palmas de las manos, pero no importa, porque hay que hacerles llegar nuestro agradecimiento.
Y a los sanitarios del centro de salud y del hospital Don Benito-Villanueva, esos héroes sin capa que, aunque no los escuchen en ese momento, los sienten. Sienten el calor de todo un pueblo y de su apoyo, y les recuerda que mañana volverán, a las ocho como cada tarde, con ilusión, con una sonrisa (pese a todo) para que juntos, pero cada uno desde nuestro sitio, sigamos manteniendo vivo este sentimiento de esperanza en la lucha contra el virus.
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