maría fortuna
Martes, 1 de agosto 2017, 11:20
La sabiduría flamenca, el arte puro y la soberbia experiencia se reúnen en una única persona. Su nombre es Cándido Barquero, más conocido como Cándido de Quintana. A poco de cumplir cincuenta años dedicados al flamenco ha realizado con Hoy Quintana un recorrido por su vasta trayectoria deteniéndose en algunos momentos que obligan a un merecido reconocimiento. Se considera un cantaor de inspiración, que no de concursos, su medio siglo dedicado al flamenco le avalan para ser reconocido como uno de los mejores cantaores de Extremadura.
¿Cuáles son los primeros recuerdos que tiene del flamenco?
Cuando tenía 3 años iba a ver a mi abuela materna y las vecinas se acercaban para oírme cantar. Entonces me metía en una habitación con las luces apagadas y comenzaba a cantar totalmente a oscuras. Siempre me he planteado por qué un niño tan pequeño ya sentía cierto miedo a actuar en público cuando con esa edad no siente timidez.
¿Hay antecedentes en su familia de relación con el flamenco?
No, también lo he pensado en muchas ocasiones. Ni mis padres, ni ningún pariente mayor que yo tenía afición por este arte. Y tampoco soy consciente cómo surgió en mí, lo que sí sé es que desde el momento que yo tengo uso de razón el flamenco me acompaña. Me encantaba cantar, pero lo hacía sin ningún rigor porque por entonces no conocía la complejidad que entrañaba el mundo del flamenco.
¿Cuál fue su primera actuación?
Fue en Frankfurt (Alemania), yo contaba con unos 17 años de edad, aproximadamente. Emigré por entonces como lo hizo gran parte de la población extremeña, éramos 12.000 españoles, y estando allí surgió la oportunidad. Solía acudir a la Casa de Extremadura y nos reuníamos muchos aficionados al cante. Había un maestro que impartía clases, cuando me pidió que cantara, canté, pero no sabía ni un palo de los que hoy se conocen como los que forman el flamenco. Después de estar una semana ensayando con un vinilo que el me dio escogí para interpretar una seguirilla de Antonio Mairena. Recuerdo que me dijo que nunca había escuchado cantar a nadie en mi tono, por entonces, yo no era consciente, aunque al escuchar a Antonio Mairena algo se despertó en mi interior aún más fuerte que me uniría al flamenco para siempre. Soy lo que soy ahora al guitarrista que me impartió mis primeras lecciones de flamenco en Frankfurt. Allí estuve viviendo nueve años.
¿Alguna anécdota de su etapa alemana?
Tengo muchas, pero una que me gusta recordar con cariño es cuando conocí a Camarón y a Paco de Lucía. Hoy en día hablamos de ellos, como lo que son, dos leyendas del flamenco que se convirtieron en mitos al morir, pero por entonces, en la década de los 60-70 eran jóvenes artistas que llegaron a Frankfurt para actuar. Un grupo de españoles que nos gustaba el flamenco nos acercamos a verlos, ellos reconocieron nuestros rasgos rápidamente y al finalizar la actuación nos fuimos todos juntos a una peña flamenca que habías creado allí. Desde ese momento, surgió una gran amistad con Camarón, al que tuve la gran suerte de escuchar de cerca en muchas ocasiones, cantar en el mismo escenario que él y poder compartir momentos que siempre quedarán en mi memoria.
¿Cómo fue la siguiente época?
Cuando volví a España comencé a tomarme en serio este mundo. Por entonces, no éramos muchos los que nos dedicábamos a esto, por tanto era un ámbito muy reducido. En la década de los setenta grababa en Madrid. Era frecuente reunirnos con Camarón, Paco de Lucía, Lebrijano, María Vargas o Juanito Valderrama, artistas que ya había conocido previamente en mi etapa alemana. Compartí escenario con Camarón y Paco de Lucía él en el Teatro Romano de Mérida, en Badajoz e incluso aquí en Quintana.
¿Cuáles son sus referentes en el mundo del flamenco?
Sin duda el más completo es Antonio Mairena, pero a la vez destacaría a Manolo Caracol y Fosforito. Camarón, como ya he comentado, fue un artista como pocos habrá y cuando murió le dije a Eustaquio Rodríguez, un flamencólogo extremeño, que había nacido un mito, y así fue. Hay grandes artistas en el mundo del flamenco, pero si tengo que elegir, me quedo con los que he mencionado.
¿Además del flamenco se dedicaba a otro oficio?
Sí, a la cantería. Como siempre ha habido mucho trabajo en la piedra y aunque el flamenco nos daba para vivir era bueno tener algo seguro. Aunque me considero cantaor, y no cantero.
En su extensa carrera artística, ¿destaca algún proyecto?
Destaco muchos, porque en cincuenta años da tiempo a hacer de todo. Pero uno muy bonito fue el que se realizó junto al país vecino de Portugal a través de un proyecto de la Junta de Extremadura. La gira se llamo Fado- Flamenco; dos músicas, un sentimiento. Recorrimos varios puntos del país luso, junto a varios artistas nativos, una cantante de fado y varios guitarristas, la experiencia fue extraordinaria.
¿Ha recibido algún reconocimiento artístico por su trayectoria flamenca?
Sí, justo el pasado año, la Peña Flamenca de Quintana junto con representantes de la Federación Extremeña de Flamenco, el Ayuntamiento y la localidad homenajearon mi trayectoria en un acto emotivo. Participaron más de treinta artistas entre cantaores, bailaores y guitarristas. Asimismo, agradezco a los socios de la peña el otorgamiento de la titularidad de la misma desde la década de los setenta.
¿Está dejando un legado flamenco en su descendencia?
Así es, cuatro de mis cinco hijos se dedican al cante. Cada uno en un estilo diferente, pero relacionado con el mundo flamenco. Estoy muy orgulloso y feliz cuando los veo cantar y disfruto con ellos. Es cierto, que son los primeros que me dicen que hoy en día soy muy exigente cuando tengo que valorar a determinados artistas, pero después de ver cantar a Camarón a un metro de mí, con Paco de Lucía a la guitarra, me puedo permitir hacer determinadas valoraciones.
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