Alejandro en las oficinas de Diaconía España CEDIDA

Un quintanense para recibir a los afganos que huyen del infierno talibán

ALEJANDRO MARTÍN CABALLERO: COORDINADOR NACIONAL DE PROTECCIÓN INTERNACIONAL EN DIACONÍA ESPAÑA ·

Este educador social y psicopedagogo ha vivido en primera persona la llegada a España de familias afganas que dejan su país

Miércoles, 15 de septiembre 2021, 14:30

Nació en Quintana de la Serena hace 32 años, lugar en el que vivió durante su infancia y adolescencia. Al terminar el instituto decidió estudiar Educación Social, impulsado por su deseo de ayudar a los demás y posteriormente Psicopedagogía, ambas en la Universidad de Salamanca.

En la actualidad, tras haber desempeñado varios cargos en distintas entidades, es coordinador nacional de protección internacional en Diaconía España desde enero y cuenta a Hoy Quintana los momentos cruciales que vivió con la reciente llegada de refugiados afganos a la base de Torrejón de Ardoz donde recibió a varias familias. Este trabajo no es fruto de la casualidad puesto que gran parte de su vida la ha dedicado al voluntariado con diferentes colectivos como personas con discapacidad, adicciones o con menores, mientras lo compaginaba con su formación y posterior carrera profesional.

Desde el año 2012 vive en Madrid donde ha trabajado en diferentes entidades y organizaciones, entre ellas Lakoma-Dual, en la que trató con personas sin hogar o Famma Cocemfe. Tras ello, fue en 2016 cuando comenzó con entidades que forman parte del sistema de acogida de protección internacional en España como Fundación La Merced Migraciones o Diaconía España, donde se encuentra actualmente.

Cierre de fronteras

Explica que durante estos años ha trabajado con solicitantes de protección internacional de diversos países como Venezuela, Colombia, Siria, Irán y de manera más reciente desde la llegada masiva a Canarias, con jóvenes procedente de Mali, Senegal, Mauritania o Marruecos. «La recepción de personas de unos u otros países ha estado condicionada por el cierre de fronteras aéreas por la crisis sanitaria».

Como educador social centraba su labor en la acogida, el aprendizaje del idioma, la contextualización en la nueva sociedad de acogida y el fomento de la autonomía. Ahora, su función es la de garantizar la mejor atención a las personas que llegan y para ello todo lo relativo a la organización de los equipos de trabajos. «Tenemos plazas de acogida en pisos y en centros repartidos por diferentes ciudades en los que un equipo multidisciplinar se encarga de la atención a las personas solicitantes de asilo».

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Alejandro reunido con una familia afgana recién llegada CEDIDA

Precisamente ha sido su trayectoria de más de cinco años trabajando con refugiados la que le ha proporcionado las habilidades necesarias para ejercer el puesto de coordinador a nivel estatal. «No es sencillo trabajar con este colectivo, pero la satisfacción de hacer lo que me gusta y además saber que estás ayudando a personas es muy gratificante. Soy consciente que es un puesto de mucha responsabilidad por ello me sigo formando cada día con el objetivo de ofrecer lo mejor de mi y de mi entidad hacia las personas con las que trabajamos».

Hace pocas semanas todos hemos sido testigos en la distancia de la difícil situación política y social de Afganistán tras la subida al poder de los talibanes provocando la huida de miles de personas que temían por su vida. «El hecho de haber abandonado tu país debido a fundados temores de ser perseguido por motivos de raza, religión, pertenecer a un determinado grupo social u opiniones políticas te convierte en refugiado o solicitante de protección internacional».

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A España llegaron unas 2.000 personas entre el 19 y el 28 de agosto a través de base aérea de Torrejón de Ardoz. Allí numerosos trabajadores y voluntarios de diversas asociaciones esperaban a los afganos. Entre ellos, se encontraba Alejandro. «Estuve allí el 26 de agosto para entrevistar a cuatro familias que íbamos a acoger en Diaconía. Junto a un intérprete y mi compañera Silvia nos presentamos, le explicamos qué podíamos hacer por ellos, en qué ciudad íbamos a acogerles y qué profesionales y atenciones iban a tener a su disposición.

Es cierto que en todo momento se mostraron muy receptivos y agradecidos por nuestra presencia en la base». Explica que llegaban exhaustos y preocupados por la familia que han dejado allí pero que, aun así, mantenían en todo momento la sonrisa. «Fue palpable la cercanía con la que nos recibieron y sus constantes muestras de amabilidad.

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Es reconfortante estar presente en este momento tan crucial y saber que les estás ayudando». Además se siente satisfecho con su trabajo puesto que este va más allá de la labor que hace en un determinado momento, ya que la recompensa y el reconocimiento permanece en el tiempo. «Cuando llegué a la base me encontré a chicos de Afganistán con los que trabajé como educador hace cuatro años.

Estaban ahí, como intérpretes de Cruz Roja para recibir a sus compatriotas y ayudarles. Al verme me dieron un abrazo muy sincero y me di cuenta que ellos, los cuales habían necesitado de nuestra ayuda tiempo atrás, ahora estaban en primera línea de atención». Los roles se habían invertido y todo lo que habían recibido, lo estaban devolviendo con su labor.

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Proceso de integración

A estas familias ahora les queda un largo proceso de trabajo y de integración en el país, acompañados, por supuesto, por profesionales como Alejandro y su equipo, integrado por psicólogos, educadores y trabajadores sociales, abogados, profesores de español y técnicos de empleo. Además de una serie de trámites recogidos por el sistema. «Tiene que formalizar su solicitud de asilo, puesto que van a recibir algún tipo de protección por lo que obtendrán su permiso de residencia y trabajo.

En Diaconía estarán de 18 a 24 meses donde van a recibir toda la atención necesaria en función de las necesidades de cada persona o familia para lograr una integración plena en todos los ámbitos». Aunque afirma que su trabajo no es sencillo, es consciente que se encuentra en una posición privilegiada como el resto de personas que viven en un Estado social y de derecho sin miedo y sin la necesidad de tener que dejar atrás su vida y su familia. «Nuestra vida está condicionada por el hemisferio de la Tierra en el que hayamos nacido y por ello no debemos olvidarnos ni acomodarnos puesto hay muchas personas que necesitan de nuestro apoyo y ayuda. Si la situación de estas personas fuera otra, está claro que no abandonarían sus países».

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