La foto con un mensaje de ánimo que han compartido cientos de quintanenses en sus redes sociales J. ANTONIO PÉREZ

Quintana, unida frente al virus

Desde que se conoció el brote de Covid en la localidad no han cesado las muestras de apoyo y ánimo a los afectados

Sábado, 15 de agosto 2020

Durante la primera oleada en los meses de marzo, abril y mayo quedó demostrado que Quintana, por encima de todo, es un pueblo solidario.

En esa difícil etapa, que parece que fue hace tanto y solo han pasado tres o cuatro meses, aprendimos a vivir de una manera diferente.

Nos reencontramos en casa con nuestros seres queridos, la calle se dejó para comprar lo necesario, las videollamadas se convirtieron en el arma más poderosa para desafiar a la distancia y, de pronto, las preocupaciones que formaban parte de nuestro día a día, fueron desapareciendo para dejar hueco a lo que de verdad importa; el bienestar y la salud de los nuestros. También la rutina, esa llamada diciendo que 'todo está bien' y aquellos pequeños instantes y detalles que antes pasaban inadvertidos eran el día a día.

Los sanitarios, por fin, sin necesitar capa comenzaron a verse como los superhéroes que siempre fueron. Las fuerzas y seguridad del Estado velaban por nosotros, las farmacias al pie de cañón, los trabajadores de las tiendas de alimentación, de limpieza, de seguridad… Y un largo etcétera de personas que con sus trabajos y asociaciones, se tornaron esenciales durante la crisis en nuestra localidad y en el resto del mundo.

Meses de miedo e incertidumbre, de aumento de casos y de preocupación, de despedidas dolorosas y solitarias, de cifras escalofriantes… En definitiva, meses que nunca olvidaremos y cuyas imágenes, que lo narraban a diario y que veíamos en los medios de comunicación, se quedarán para siempre en nuestra retina y en la memoria colectiva de todo un país.

En Quintana tuvimos la gran suerte de que el Covid pasó casi de largo, sin apenas notarse. Pasaron las semanas y los meses y los positivos en España fueron bajando, las UCIS se liberaban, disminuían los fallecidos.

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Llegaron las famosas fases, con instrucciones, muchas, a veces confusas, ¿qué se puede y qué no se puede?, nos preguntábamos unos a otros. El miedo fue dejando paso, de manera directamente proporcional, al aumento de las ganas de salir y de recuperar el tiempo perdido.

Nos confiamos, el mundo entero se confió, incluso en aquellos lugares en los que el virus había hecho estragos, podían las ganas de los reencuentros. Es normal. Pero pasó lo que se temía y antes de tiempo. El Covid, dio una tregua, pero lejos de desaparecer, comenzó a ocupar de nuevo titulares en el país y en la región. Parecía que no, pero sí. Y esta vez en Quintana no ha pasado de largo, esta vez ha llegado también aquí.

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Desde que se conoció hace cinco días el primer caso, todo el pueblo se ha hecho más fuerte que nunca. La vida en las calles de Quintana ha vuelto a pararse, pero en cada hogar hay un sentimiento de unidad. Unidos para dar ánimos a aquellos familiares, amigos, vecinos o conocidos, que ahora mismo están luchando contra el virus y necesitan nuestro apoyo. Todos ellos son víctimas de este virus sin tener ninguna culpa de ello.

Y precisamente la responsabilidad es la mejor manera de demostrárselo. Responsabilidad a la hora de cumplir las normas, las recomendaciones, de ser conscientes y consecuentes y sobre todo, ahora más que nunca, de ser empáticos, ponernos en el lugar del otro y no juzgar.

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Quedan días difíciles, de más incertidumbre y de un miedo inevitable, pero de igual manera que comenzaba este artículo, lo termino, diciendo que Quintana es un pueblo solidario y fuerte.

Un pueblo en el que se hacen mascarillas y batas para Extremadura y para España entera, en el que se reparten alimentos a los más necesitados. Un pueblo en el que hay bares que cierran de manera voluntaria, tiendas que echan la verja, y personas que se ofrecen a ayudar, todo en perjuicio de su economía pero poniendo por encima de todo la salud de sus vecinos; de los más vulnerables como nuestros afectados de silicosis y nuestros mayores, pero también por cualquiera de nosotros.

Estamos hechos de piedra y esa fortaleza que se labra a golpe de puntero y maceta en nuestras canteras de granito, ahora tiene que emanar de cada uno de nosotros con más intensidad si cabe. Más pronto que tarde despertaremos de este mal sueño con la esperanza de poder reencontrarnos todos, los mismos, en las calles para continuar con la vida tranquila de nuestro pueblo.

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