

En tiempos de crisis el ser humano siempre saca lo mejor de sí mismo. Así ha quedado patente con todas las muestras de solidaridad que han invadido cada punto de nuestro país desde que comenzó la pandemia. Una pandemia que ha dejado muchas vidas y esfuerzo sobrehumano por el camino.
Las personas mayores han sido con diferencia el colectivo más castigado por el coronavirus, arrebatando hasta el momento la vida a más de 13.000 usuarios de residencias de toda España. Estos centros han sido el foco con el que día tras día el Covid se ha cebado, arrasando a su paso miles de historias que no tendrían que haber terminado de esta manera. Privándoles de disfrutar de sus años de senectud, junto con sus familiares, que también se han visto despojados de poder compartir muchos más momentos con ellos, que tanto han dado por las generaciones pasadas.
En medio de toda esa tragedia, de la que millones de españoles hemos sido testigos cada día cuando leíamos el periódico o encendíamos la televisión, también ha habido supervivientes que, pese a la tormenta, han sabido resistir y permanecer impertérritos para evitar a toda costa que el coronavirus entrara por la puerta. Este es el caso de los pisos tutelados de Quintana, en el que sus nueve trabajadores pueden clamar con orgullo que han conseguido plantar cara al virus y mantener a salvo a sus dieciocho usuarios hasta el momento.
«Un par de días antes de que se decretara el Estado de Alarma nosotros decidimos implantar medidas propias y cerrar completamente el centro», declaran Esperanza Mota y Ana Cáceres, dos de las trabajadoras. Viendo como el virus se ensañaba con los más mayores, no iban a permitir que hubiera la más mínima posibilidad de contagio. «Justo ese sábado vinieron varios familiares a visitar a un usuario. Llegaron desde Madrid y, pese a la insistencia, no abrimos la puerta porque lo consideramos una irresponsabilidad por nuestra parte. Finalmente se pudieron ver por la ventana con los cristales cerrados», explican.
Desde ese momento, las medidas de higiene y distanciamiento social comenzaron a imponerse en el centro. «Comen de dos en dos en las mesas separados, en vez de cuatro como antes, para que haya más distancia. Cerramos la puerta principal y solo se puede acceder por la lateral y, por supuesto, comenzamos con el uso permanente de mascarillas y guantes». Respecto al material, confiesan que llegó tarde. «Hasta hace unas tres semanas no recibimos el envío del SEPAD con los EPIS, y hemos trabajado con lo que teníamos nosotros, donaciones de algunas empresas y particulares y con la ayuda del Ayuntamiento, que nos ha facilitado desde el primer momento todo lo que hemos necesitado».
Tiempo de videollamadas
De los dieciocho usuarios, trece provienen de otros municipios como Valle, Coria, Puebla de la Calzada o Puerto Hurraco, por lo que, además de la imposibilidad de verlos, la distancia hacía el camino más cuesta arriba para muchos familiares. Por ello, y dando nota de su generosidad y solidaridad ante la situación, algunas de las trabajadoras han utilizado sus teléfonos móviles para hacer videollamadas entre los usuarios y sus familias. «Es conmovedor ver como se les puede hacer feliz con tan poco, y cada sonrisa y cada lágrima las compartíamos con ellos. En este tiempo nos hemos unido incluso más que antes, son nuestra familia», relatan emocionadas.
Turnos doblados
Los trabajadores realizan turnos de 13 horas seguidas durante el día y 14 horas por la noche desde que comenzó el confinamiento para evitar tanta salida y entrada de personal. Jornadas de días y días, prácticamente enteros, en los que ellos dejaban de estar con sus familias para cuidar de los que en este momento más lo necesitan.
Lo más entrañable de todo esto, es que durante el tiempo en el que el mundo se paró, las calles se vaciaron y los hospitales se convirtieron en un campo de batalla, estos trabajadores han conseguido que esta residencia fuera un trocito de cielo, con el objetivo de sus usuarios no sufrieran más con la situación. «Nos empeñamos en que ellos notaran lo menos posible el encierro y todas las cosas que habían cambiado, sobre todo las primeras semanas, y como teníamos mucho más tiempo de convivencia, no dudamos en hacer actividades diarias para que estuvieran más entretenidos. Tambien les hemos afeitado o cortado el pelo».
Entre ellas destacan dos 'procesiones' muy especiales que organizaron durante los días de Semana Santa y en la que tanto trabajadores como usuarios disfrutaron y rieron sin parar. «La primera fue el Domingo de Ramos, les dimos ramas de olivo y paseamos con ellos por el patio y el Domingo de Resurrección simulamos el 'Encuentro' con un matrimonio del centro. Creamos disfraces para ellos como corbatas, la sotana del cura, entre otras, y no pararon de reír todo el tiempo. También hemos bailado y jugado; hemos hecho y hacemos todo lo que se nos ocurre para hacerles más amenos los días».
Asimismo, comentan con sorpresa que ningún usuario se ha puesto enfermo durante la cuarentena. «Hemos pasado un invierno muy malo con constipados y ha dado la casualidad que desde que comenzó el Estado de Alarma ninguno ha requerido atención médica».
Aislamiento preventivo
Sí es cierto, añade, que uno de los usuarios estuvo ingresado en el hospital varias semanas durante el confinamiento y a su vuelta adoptaron medidas más cautelares para evitar posibles contagios. «Él trajo el test hecho con resultado negativo, pero quisimos extremar la precaución y, por ello, cambiamos a su compañero y lo dejamos solo en la habitación, de la que salió por primera vez el jueves pasado tras más de un mes y medio de aislado». Una salida que llenó de aplausos el pasillo del centro por parte del resto de usuarios y de los trabajadores. «Ese día quisimos hacernos una foto con un arcoíris que habían pintado para trasmitir el mensaje de optimismo que respiramos aquí dentro y mandar mucha fuerza para seguir adelante».
Para ellos, cada día que pasaba sin un contagio era una batalla ganada al virus, pese a que las condiciones y la situación se agravaba por momentos. «Al principio vivíamos permanentemente en estado de estrés por el miedo a contagiarnos y poder transmitirlo en el centro, fue muy duro. Pero poco a poco ya hemos controlado la situación y con nuestras medidas de seguridad, lo llevamos de otra manera. Vamos a seguir confinados hasta que nos digan lo contrario desde el SEPAD».
Es difícil no ver en sus rostros reflejado el cansancio después de trabajar a destajo más de un mes y medio con turnos infinitos y doble precaución pero, aún así, no pierden la sonrisa. «Estamos agotadas pero es muy gratificante cuando llegas a casa y piensas que el esfuerzo está mereciendo la pena porque siguen a salvo y con la certeza de que seguirás haciendo todo lo posible para que así continúe mientras dure esta pandemia».
Y es que el trabajo de estos nueves héroes, que cambian la capa por el pijama blanco cada día, deja ver su humanidad y su eterna paciencia, tan valiosas y necesarias en estos casos. Una labor de merecido reconocimiento que no pasa indiferente ante ningún vecino. «Los familiares nos llaman para ver cómo estamos, darnos las gracias y muchos ánimos. Las adversidades unen, y este ha sido un claro ejemplo. Algunos vecinos también nos escriben mensajes por redes sociales o por la calle diciéndonos que somos una campeonas y realmente nos emocionan».
Con la incertidumbre todavía sobre la evolución de la pandemia, las cifras aportan un haz de luz ante tanto caos vivido desde marzo, pero aún así no hay que relajarse. «Solo pedimos que los vecinos sean conscientes y responsables. A nosotros no nos importa hacer jornadas dobles y esforzarnos más el tiempo que sea necesario, pero que todos seamos conscientes que el problema es muy grande, que el virus sigue ahí y que no podemos echar a perder todo lo que se ha conseguido hasta ahora».
Con estas palabras se despiden porque suena el timbre; es la hora de la comida, recogen el catering y se disponen a servirlo. Comienza una nueva tarde y así hasta el anochecer que llegan los relevos. Entonces vuelven a casa, donde cogen fuerzas para regresar mañana, mascarilla y guantes en mano, y seguir protegiendo a nuestros mayores del virus.
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